Aprovechando que este curso 2022/2023 imparto Geografía e Historia a grupos de 3º y que el temario oficial ha cambiado, comenzando por el siglo XVIII y por tanto con la Guerra de Sucesión Española, visité hace unas semanas el Museo de la Batalla de Almansa, acontecida el 25 de abril de 1707. Hace años que no visitaba dicho centro de interpretación, pues es más un centro de interpretación que un museo. Sea como fuere, lo encontré muy mejorado. Se aprecia que han aportado su saber personas que conocen la materia. En su día se podía leer en sus salas que la famosa batalla de Almansa había sido una de las más decisivas de la historia moderna. Hoy no hay rastro de ese juicio exagerado.
La Guerra de Sucesión Española fue un conflicto bélico ocurrido en Europa a principios del siglo XVIII. Se desencadenó en 1701, poco después de la muerte sin descendencia del rey español Carlos II de Habsburgo, quien estableció en su testamento que el heredero al trono vacante fuese Felipe de Anjou, nieto del rey francés Luis XIV, ambos de la Casa de Borbón, y que en un principio fue aceptado por todos los españoles con el nombre de Felipe V. Pero las potencias extranjeras, principalmente Inglaterra y Holanda, tenían otros planes, y propusieron un candidato alternativo: el archiduque Carlos de Austria.
En consecuencia, en este conflicto bélico se enfrentaron los siguientes bandos:
Los borbónicos, constituidos por los reinos de Castilla y Francia, así como por numerosas ciudades de Valencia, Aragón y Cataluña. Defendían la causa de Felipe de Anjou, de la Casa de Borbón.
Y los austracistas, integrados por Austria, parte de Aragón, Valencia y Cataluña, Inglaterra, Holanda, Prusia, Portugal y Saboya. Las potencias extranjeras temían que Felipe V pudiera reinar conjuntamente en Francia y España y atentar así contra el equilibrio de fuerzas europeo (clave de la guerra). Por ese motivo proponían como futuro rey a otro candidato: el archiduque Carlos de Austria, hijo del emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, Leopoldo I de Habsburgo.
Las causas de la guerra fueron fundamentalmente dos:
1ª. En España, un sector de la oligarquía catalana, preocupada por la pretensión del nuevo rey de racionalizar la estructura territorial de la monarquía, abandonó la causa del rey de España por la del Archiduque cuando llegaron a España noticias de las primeras victorias de los aliados en los campos de batalla de Centroeuropa.
2ª. En el resto de Europa, la guerra fue consecuencia de la política británica y holandesa. Ambas potencias, que desconfiaban de Luis XIV, consideraron que la posible unión de las coronas de España y Francia representaba un poder excesivo que amenazaba el equilibrio de poderes en el continente europeo.
Antes de desencadenarse las hostilidades, esto es, durante los primeros tres años, los españoles habían aceptado el testamento de Carlos II y reconocido a Felipe de Anjou como nuevo monarca. Pero, viendo alterado el equilibrio de poderes en Europa, Inglaterra encabezó una alianza para impedir la unión de las coronas española y francesa. Así pues, en un primer movimiento, en mayo de 1704, el archiduque Carlos desembarcaba en Lisboa, poniendo en alerta a las fuerzas de Felipe V, y en agosto el almirante inglés Rooke tomaba Gibraltar. Unos meses después, el 12 de junio de 1705 un sector de la oligarquía catalana, a cambio de una serie de privilegios y prebendas, se unía al bando aliado: en octubre de ese mismo año el Archiduque desembarcaba en Barcelona y estallaba en la península la guerra civil.
Respecto al desarrollo del conflicto bélico, los primeros combates se produjeron en los campos de batalla centroeuropeos. Pero lo cierto es que la suerte de la guerra se acabó decidiendo en España.

Las primeras victorias fueron para las tropas angloholandesas. En España, Zaragoza fue tomada por éstas en 1706, cayendo Madrid inmediatamente. Sin embargo, el curso de la guerra cambió a partir de la Batalla de Almansa de 1707, en la que los partidarios de Felipe V derrotaron a los aliados. Y a la victoria de Almansa se sumaron en 1710 los éxitos de Brihuega y Villaviciosa. Con todo, un hecho fortuito contribuyó a poner fin a la contienda: la muerte en 1711 del emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, José I, permitió al archiduque Carlos acceder al trono imperial. Acto seguido el Archiduque embarcó en Barcelona con destino a Austria, dejando a su mujer de regente. La ciudad cayó finalmente en 1714, tras un asedio, concluyendo así la guerra. Desde luego, con el acceso de Carlos al trono imperial Inglaterra y los Países Bajos dejaron de apoyar su causa, pues resultaba más peligrosa para sus intereses la unión de las coronas del Sacro Imperio Romano Germánico y de España, que las de España y Francia. El fin de las hostilidades se consumó jurídicamente con diversos acuerdos de paz: los Tratado de Utrecht y Rastatt.
Tras los tratados de Utrecht y Rastatt, el mapa político y territorial del continente europeo sufrió una transformación, configurándose un nuevo orden mundial.
En primer lugar, en España se estableció una nueva dinastía: los borbones o Casa de Borbón.
La nueva situación política dejó sin embargo muy dañada a España. De entrada, Felipe V, para mantener el trono español y ser ratificado en él, tuvo que renunciar a los derechos que poseía sobre el trono francés. El daño a España, la gran perdedora del conflicto, se tradujo en:
- Pérdidas territoriales:
Los territorios españoles en Italia (Milán, Nápoles y Cerdeña) pasaron al emperador, salvo Sicilia, que fue entregada a la Casa de Saboya; también desapareció la presencia española en los Países Bajos, cuyos dominios fueron absorbidos asimismo por el Imperio; finalmente, Felipe V cedió a Inglaterra Gibraltar y Menorca, además de permitirle vender esclavos negros en las provincias españolas de ultramar y de comerciar con el continente americano.
- Pérdida del monopolio comercial y de estatus político:
Para colmo de males, España perdió el monopolio comercial en América al permitirle a Inglaterra comerciar con sus territorios de ultramar, sentando las bases para la posterior hegemonía marítima británica. Por otro lado, España quedó subordinada a Francia en política internacional, convirtiéndose de facto en una potencia de segundo orden, mientras Francia conseguía salvaguardar su hegemonía continental. Con todo, aún mantuvo Felipe V el Imperio español, que los enemigos harían jirones tras las convulsiones de la Revolución Francesa y el Imperio napoleónico, ya en el siglo XIX.
Y como la historia es apasionante pero también exigente, tras disfrutar del Museo de la Batalla de Almansa fui a tomar un caldo reconstituyente y unos gazpachos marineros en el renombrado Mesón de Pincelín, redondeando así un fin de semana perfecto, compartiendo mi tiempo libre y mi amor por la historia con quienes amo y en quienes encuentro en parte mi felicidad.


👏❤😘
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